Leyenda de La Cruz de la Magdalena

 

El Mirador de Tierra de Campos ha sufrido cambios a lo largo de la historia, pero siempre ha habido un objeto que lo preside y que ha permanecido desde que recordamos: la Cruz de La Magdalena.

  Numerosas historias hemos oído del por qué del nombre y la situación particular de este hito, y ahora os vamos a relatar una de la mano de Mª del Rosario Diez Roríguez, encargada de la adaptación de los textos de la Ruta Teatralizada de la que ya hablamos hace unos días.

  La hija del Conde Pino, Magdalena, solía llegar cada tarde a caballo hasta los límites del páramo, para contemplar el espacio comprendido por la amplia llanura  hasta confundirse con los límites del cielo en el atardecer. 

Nada podía impedir que cada día acudiera a esa visión desde aquel mirador que la naturaleza le regalaba en Otiella (Autilla).

Pocos meses faltaban para que se casara con un rico hombre, del que tan sólo conocía su rostro por un retrato que llevaba colgado por una cadena en su cuello.

Su padre había escogido entre todos los candidatos al mejor acomodado para asegurar un buen enlace que garantizara que su condado perdurara . El matrimonio pactado con aquel extraño no parecía preocupar a la joven y hermosa Magdalena, mientras pudiera permanecer siempre en aquel cautivador lugar.

Era Noche de San Juan, y en la villa todos saltaban las hogueras, pero Magdalena continuaba frente a aquel paisaje que para ella era su tesoro mas preciado. La luna en su plenilunio, iluminaba la llanura, que ante sus ojos parecía estar a su alcance.

Era una noche mágica. En la Noche de San Juan los deseos podían convertirse en realidad…. Magdalena cerró sus ojos…. y pidió a la luna que jamás le permitiera  abandonar aquel lugar. Desde ese mismo instante la joven se entregó a la luna y a aquella tierra; ya no pertenecería a nadie más.

Los meses pasaron y el futuro esposo llegó a Otiella. Venía en carruaje dispuesto a abandonar la villa acompañado de la joven después del enlace. El Conde de Pino le recibió con los honores que correspondían a tal acontecimiento.

La puesta de sol terminaba, cuando Magdalena, montada en su caballo, fue al encuentro de la noche. La luna hizo acto de presencia y la joven le reclamó su petición. En ese momento fue atacada por un lobo, que de un mordisco certero le causó la muerte.

Su padre hizo levantar en su honor una ermita con el nombre de la joven y colocó una cruz en el lugar donde Magdalena se sentaba a contemplar el atardecer sobre la amplia llanura.

La tradición que ha seguido a esta leyenda afecta a los recién casados de Autilla del Pino, que fotografiándose en la Cruz de la Magdalena a ambos lados (encima de la ermita original, en el Mirador de Tierra de Campos),  homenajean a la joven  y solicitan les conceda descendencia.

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Imágenes desde el Mirador de Tierra de Campos: